Algunas veces los sueños cobran vida y la realidad se confunde con las imágenes oníricas. Un pequeño detalle, un color, un paisaje, y casi un olor, nos transportan a lugares ya inexistentes y no por ello menos cálidos o cercanos aunque también crudos e intangibles. Es una convulsión que te atrae y te atrapa a una inquietante visión muy distante de la realidad: ya no es sueño ni ensoñación. Es un modelo estético imposible.
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