Ojalá pudiera explicar lo que siento.
Paso todo el día con una enorme presión en el pecho y grandes ganas de llorar. Incluso en el trabajo. Tengo que esforzarme para no hacerlo.
A veces siento un impulso de hacerme daño, de golpearme la cabeza contra la pared, por ejemplo. Desprecio lo que soy. Es como si pudiese observarme desde fuera y no me gustara lo que veo. Como si participase de un concierto de miradas cuando camino por la calle en la que todo el mundo que pasa junto a mí, piensa que soy horrible, con mis botas de montaña o mis manoletinas, con esa incapacidad de ponerme de rodillas, o en cuclillas, o de agacharme con naturalidad a recoger algo que se me cae al suelo; y también de perder el metro cuando me encuentro a noventa centímetros de la puerta sabiendo que si intento correr para entrar en el vagón caeré al suelo y me romperé las gafas sobre la cara. Y todo el mundo se me quedaría mirando burlonamente sin hacer nada, como en una representación grotesca de algo inalcanzable.
Tengo 42 pares de zapatos de tacón y plataformas así como un equipo completo de esquí que no volveré a ponerme nunca. Un coche y una moto que no volveré a conducir. La sensación de haber perdido algo me persigue constantemente, como si hubiera perdido las llaves de casa o el abono transporte y esa sensación me produce una ansiedad constante. Quizá sea ese el origen de la presión del pecho y las ganas de llorar. Vendería mi alma si con ello pudiera regresar a ser como era hace un año y medio.
Soy una persona bastante racional, coherente y ordenada. Soy consciente de todas estas cosas que siento y creo que algo no va bien dentro de mi cabeza.