Quizá supiera, mi corazón ausente, de la larga agonía de mis
sueños y la eterna promesa de tus besos. Razón, sin par, la que esgrimes. Más,
por ende, no creíble, si leible. Y habiendo de esperarte entre mis horas, no
vislumbro la esperanza, no reprimo el perecer ni sofoco la opresión d’este infausto
sinsabor.
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