Mi querido amigo: al socaire de tus
palabras he ideado un plan que espero sea de tu agrado.
He sacado dos billetes de tren para
llegar a Recurrencia mañana al anochecer. Tengo mesa
reservada para cenar alas de pato y cogollos de hiedra fresca. Me sugieren que
preparan un helado exquisito con los zumos de la tierra que ya conoces. Para
dormir, supongo que aún recuerdas, tantos años después, el hostal “La Guarda”.
No es tu querida bossa nova, pero el piano-jazz hará las delicias de tu
desnortada cabeza escuchando la llamada del destino…
Te ruego me disculpes la licencia, me
ha sido inevitable imaginarlo…
Recurrencia es un lugar muy interesante para
viajar. Esta cerca de la isla de Rompientes (hay un barco de ida y otro de vuelta
al día). También está cerca de las termas de Tiruday,
en donde las camisetas se encogen y se ensanchan en función del día que haya.
Por eso es tan difícil acertar con las tallas. Pero el mercadillo es muy
divertido. Mañana, sin embargo, yo no sé cuando llegaré de Larganoche de Piedra.
He oído decir que Larganoche de Piedra debe su nombre al fuerte viento Caprichudo que, soplando en fase septentrión
sobre la vertiente ártica de la Sima
de Piedra, oculta por completo la luz del sol durante días. Y que en la
vertiente antártica, la fase meridión provee al viajero de infinitas horas de
calidez. También cuentan los ancianos que es la propia energía establecida
entre visitante/acompañante la que desencadena una u otra fase teniendo que
sufrirlo sin remedio.
Por mi parte, disfruto en la planicie
de Inexorable Reencuentro la llegada del autogiro Ufano, aeronave que, por
deseo expreso del piloto, efectúa viaje entre una y siete veces por semana.
(Sin tu permiso)
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