Presentación

Mi nueva miscelanea. Mi gran razón. Mi pequeño corazón.

23 mayo 2015

Sábado 23 de mayo de 2015

Ojalá pudiera explicar lo que siento.

Paso todo el día con una enorme presión en el pecho y grandes ganas de llorar. Incluso en el trabajo. Tengo que esforzarme para no hacerlo. 
A veces siento un impulso de hacerme daño, de golpearme la cabeza contra la pared, por ejemplo. Desprecio lo que soy. Es como si pudiese observarme desde fuera y no me gustara lo que veo. Como si participase de un concierto de miradas cuando camino por la calle en la que todo el mundo que pasa junto a mí, piensa que soy horrible, con mis botas de montaña o mis manoletinas, con esa incapacidad de ponerme de rodillas, o en cuclillas, o de agacharme con naturalidad a recoger algo que se me cae al suelo; y también de perder el metro cuando me encuentro a noventa centímetros de la puerta sabiendo que si intento correr para entrar en el vagón caeré al suelo y me romperé las gafas sobre la cara. Y todo el mundo se me quedaría mirando burlonamente sin hacer nada, como en una representación grotesca de algo inalcanzable.

Tengo 42 pares de zapatos de tacón y plataformas así como un equipo completo de esquí que no volveré a ponerme nunca. Un coche y una moto que no volveré a conducir. La sensación de haber perdido algo me persigue constantemente, como si hubiera perdido las llaves de casa o el abono transporte y esa sensación me produce una ansiedad constante. Quizá sea ese el origen de la presión del pecho y las ganas de llorar. Vendería mi alma si con ello pudiera regresar a ser como era hace un año y medio. 

Soy una persona bastante racional, coherente y ordenada. Soy consciente de todas estas cosas que siento y creo que algo no va bien dentro de mi cabeza.

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