Tu silencio me ha enseñado a escuchar el eco de mi llanto.
El dolor de las heridas me enseña que aún soy débil.
La soledad que aún espero tus palabras.
La fe que me equivoco haciéndolo.
Que confiar en ti fue desconfiar de mi entereza.
Que cada golpe tuyo me aleja del amor y me acerca a la verdad.
Soñar cada noche contigo es despertar siempre sola.
Llenar mis horas de ilusión es vaciar mi corazón de realidad.
Creer es negar la evidencia y mis lágrimas caen sobre un jarrón ya roto.
Despertaré. No hoy, ni mañana. Quizá pasado. O al otro. Y cuando lo haga, torpemente y dolorida, recordaré haber mordido el polvo por ti y sabré hasta donde no dejarte pasar. Te miraré a la cara y descubriré porqué no te mereces a alguien como yo. Daré media vuelta y no volveré a verte jamás.
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